Yostaba allí. Jí, er de la camiseta negra de esparda, zoi yo. Cágate. En to la cara. Piiiiiim. Et juste (homenaje), en eje instante, er tio se da cuen, de que no va a podé comé bocadillos pa los restoh. Y por qué? Es muuuuu lento er colega…
Finjense por favó en como la caraplato lo ha visto y reaccionao, a pesa de sus ojoh. Y justo ar lao, hasta una niña pequeña pué intuí la catastrofe. Su padre, ágil, se protege y la protege. Al igual que la gordi lo hace, sin soltar la coca-cola.
En la fila, juste (il n’arret pas) arriba, los hay hasta visionarios. Er chavalillo llora de empatía, y la señora de rosa atisba por un momento la pechá de hospitá y de no podé hablá ni pa cagarse en los muertos del bateador que le quea por delante. Imagina si le daba tiempo ar colega pa moverse un poquito na má, que a la de detrás, consciente del destino físico de la trayectoria de la velozzz maderita, toma nota improvisada pa no olvidá detalle del impacto trá el shock previsible ante tanta pasividad martir.
Pero hay gente que disfruta, como el chaval de camiseta azú, que sabe que tiene historia pal cole y, bate pofresioná casi-estrenar, pero se lava y punto. O la chica de arriba, que valora el momento de 10. Pero el mejor, el chacalín de negro, con un semblante tranquilo, que deja entrevé su compasión a pesar de la mofa interió.
Piiiiim. Y pa casa.